Voluntad de infección
Josue Isaac Muñoz
Schopenhauer expuso que el trasfondo del mundo, el noúmeno, es la voluntad. La voluntad es la fuerza que mueve al mundo, los fenómenos y lo que nos hace vivir. Voluntad que se objetiva como voluntad de reproducción, voluntad de alimentarse, voluntad de desarrollo, en pocas palabras voluntad de vivir. Incluso los objetos inmateriales son parte de esta voluntad, solo que se manifiestan como causas y efectos, leyes naturales, fuerzas de la naturaleza. La voluntad es el fundamento metafísico de la realidad.
Este concepto nos puede ayudar a entender que los virus tienen una voluntad de infección. Su fin es infectar la mayor cantidad de seres posibles. Infectar, invadir, apropiarse del cuerpo para reproducirse y pasar a otro huésped, y continuar así con su ciclo. Por lo que al tener el fin de infectar a la mayor cantidad de seres posibles deben modificar su ser. Volverse más contagiosos, resistentes, adaptables y mortíferos.
Los virus requieren de un otro para su propagación, por lo que dependen de los individuos y de la interacción de estos. La base de su existencia es la sociabilidad del individuo. Su ser está enraizado a la sociabilidad. Si los individuos no convivieran entre sí, el virus no tendría la fuerza de contagio que tiene. Permanecería inactivo.
Ante la pandemia que vivimos urge pensar un modo de erradicar el virus del Covid-19. Lo que se busca es mitigar los síntomas provocados por el virus, inhibirlo o eliminarlo. La mitigación se da con medicamento, vacunas, remedios caseros o un combinado de todas. Para inhibirlo se ha extendido el uso de desinfectantes, cubrebocas y medidas de distanciamiento, se reduce su posibilidad de infección. El tercer método sería eliminarlo.
La sobrevivencia del virus depende de la sociabilidad del individuo. Por lo que la solución va contra la sociedad actual, que es una sociedad globalizada. El virus ya no sólo se esparce en ciertas comunidades, sino en todo el orbe. El covid es un virus global que se apropia y reproduce por las condiciones globales. No hay lugar al que no vaya a llegar.
Las propuestas que son toques de queda, distanciamiento y aislamiento son ideas poco democráticas y globales. La actualidad apuesta por que las condiciones de vida sigan iguales. Seguir igual a como antes del virus, como si este fuera a desaparecer, cuando en realidad aprenderá a mutar con los cambios que aplique la misma sociedad. Irónico.
Un paro total de actividades sería imposible e impensable para las condiciones actuales. Estamos condenados a seguir con el modo de vida capitalista-global. Por lo que la solución está enfocada en la inmunización, pero parece que no es suficiente. Inmunizar es una carrera a contratiempo: el virus sobrevive o nosotros. Aunque paradójicamente nos necesita, este puede seguir habitando al humano sin destruirlo. Es como un parásito global. Muy irónico que se asemeje a los virus informáticos que infectan computadoras y correos y se trasmiten por la misma red que no pueden anular. Hay una relación analógica entre el Covid-19 y las redes sociales, conexiones personales que dependen de un sistema que las sostenga y que no pueden dejar de reproducir las mismas condiciones.
Como ya dije, el sustento del virus está en su propagación, en la sociabilidad del individuo. Si no hubiera interacción el virus no tendría modo de existir. Por lo que se podría preguntar ¿puede el individuo dejar de ser un ser social?
Este problema contraviene las ideas más comunes y sensatas del mundo democrático y global: el individuo es libre y responsable de sus acciones. El individuo es libre de socializar, salir, interactuar con el otro. De ir a bares, restaurantes, eventos deportivos, conciertos, museos. El individuo es responsable de usar o no la mascarilla, de infectar a otros. En occidente no cabe la idea de la limitación de la libertad. Esto recuerda a las dictaduras y a las guerras, donde el estado de excepción es la norma. Los individuos creen que su libertad es el mayor bien. La ponen por encima de su vida. Esa idea de Kant, de que el imperativo categórico es el yugo de la razón y busca el mayor bien de la humanidad, les parece absurdo, y es una muestra de debilidad. Las sociedades fuertes son libres y apuestan por la libertad incluso exponiendo la vida.
Por lo que el individuo ahora coloca en primer plano su libertad, es decir, sus deseos personales, antes que los colectivos. El individuo desea y actúa según su albedrio, sin pensar en el otro, sino en sí mismo.
En una época que enarbola al otro y el pensar diferente y la deconstrucción de los privilegios, es perfecta para la globalización, ya que se escuda en una idea egoísta de la libertad. Piensa que su libertad, la propia y que no comparte con nadie más, está por encima del bien de la humanidad. Y no solo eso, sino que cree que es libre cuando en realidad está sometido a los caprichos de la economía, de la cultura y de la sociedad.
¿Quién le indica que consumir? ¿Quién le dice que debe salir a trabajar? ¿Quién le obliga a regresar a la “normalidad”? No es el individuo mismo quien desea esto, sino la sociedad donde se desarrolla. El querer volver a la normalidad es una exigencia más de mercado que de los deseos personales. Volver a la normalidad es volver a como estábamos antes: consumiendo el mundo y sus recursos sin consciencia.
Al capitalismo no le importa el individuo sino su funcionamiento. Es voluntad de dominio, explotación y destrucción, es depredación. Esto existe en cada individuo y se manifiesta en cada uno de diverso modo, pero el sistema económico y político lo sostiene llenando nuestros deseos más simples. El sistema explota nuestra voluntad de autonomía y libertad, y nos la vende por medio del consumo. A más capacidad de consumir mayor libertad. El que es libre lo es no por su voluntad de decisión ni por su autodeterminación, sino por la posibilidad económica de hacer lo que desee.
El virus vive de nosotros así como el sistema. El sistema depende de nuestra sociabilidad, nosotros somos portadores del consumo, estamos infectados y por eso no se pone en duda nuestra sociabilidad. Damos por hecho de que la libertad es lo más preciado, pero no es libertad sino sometimiento. Estamos atados por las condiciones económicas y no podemos parar. Por lo que no podemos dejar de ser sociales en el sentido capitalista, y por lo tanto el virus seguirá vivo en nosotros y los demás.
El virus representa al sistema y se impone al sujeto. El virus vive de nosotros así como el sistema global, por lo que pensar más allá de la normalidad es imposible. Cuando el virus esté controlado volveremos a lo mismo, no aprenderemos nada de este tiempo. Seguiremos consumiendo el mundo como antes y vendrán otras y más pandemias, pues por el momento es imposible pensar en una alternativa al sistema global económico actual.
El mayor obstáculo es que nadie, o la mayoría, no quiere abandonar su modo actual de vivir. Sería una locura que las personas dejaran de vivir de la forma a como lo han hecho. Dejar de consumir carne, dejar de usar redes, dejar de generar basura electrónica, dejar de usar transportes que contaminen, etc. Se nos ha educado a desear y mantener este sistema, por lo que no podemos dejar de reproducirlo. Si llegáramos a eliminar el virus, se aplazarían las pandemias que siguen, no se acabaría el problema sólo se aplazaría. Por lo que para acabar el virus tendríamos que acabar con el sistema actual que lo reproduce.
Zdzisław Beksiński
Josué Isaac Muñoz Núñez (Beltenebros Sum) estudió la licenciatura en Filosofía en la UNAM en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. Es escritor de cuento, ensayo y novela colaborador, editor y escritor de la editorial independiente La Sombra de Prometeo. Ha publicado diversos ensayos y cuentos en libros impresos y revistas digitales