Apuntes para una antología del Borges cinéfilo

Francisco González Quijano

Debido a su versatilidad, Jorge Luis Borges es uno de los escritores más antologados de la historia: poesías, prosas, ensayos, literatura fantástica, laberintos, miradas interiores, sus mejores cuentos, sus referencias bibliográficas y lo que se nos ocurra ya está compilado en algún libro; no nos extrañe que pronto existan varias antologías con las mejores antologías del genio argentino que nació un 24 de agosto de 1989.

Hace tiempo, como estudiante de maestría en literatura, me encomendaron el ejercicio de plantear una “nueva” antología del autor. Debido a mis intereses en la cultura cinematográfica se me ocurrió, en primera instancia, llevar a cabo una compilación de textos de Borges que pudieran brindar al lector una filmografía borgeana. El autor fue un cinéfilo promotor y defensor del séptimo arte ante sus colegas literatos e incorporó en su prosa algunos elementos de la narrativa y montaje de los filmes.

Entusiasmado, busqué en Google al respecto y encontré lo que ya veía venir, ya existe una antología de nombre Borges y el cine, cuyo autor es el cineasta Edgardo Cozarinsky. El volumen consta de dos partes, en la primera reúne ensayos y críticas cinematográficas que Borges publicó entre 1931 y 1944 en la revista Sur y algunos de los cuales fueron editados para formar parte de Discusión, publicado por primera vez en 1961; la segunda muestra los textos que terminarían siendo adaptados al cine, así como los guiones que escribió junto con su amigo Adolfo Bioy Casares: Los orilleros, Invasión, Los otros, y El paraíso de los creyentes, único de los cuales no fue llevado a la gran pantalla.

Decepcionado por no tener un proyecto novedoso, revisé artículos, algunos videos en YouTube y saqué información interesante que me permitió profundizar en la relación de los textos de Borges con la cinematografía. Por ejemplo, descubrí qué recursos del montaje en paralelo propio del cine negro de los cuarenta, fueron llevados a las letras con ejemplar destreza en varios de los relatos borgeanos; también observé que gran parte de los personajes de los textos que componen Historia universal de la infamia están inspirados en películas que vio el autor, como Billy The Kid, Los muelles de Nueva York o algún filme de Akira Kurosawa. En el prólogo del libro, Borges menciona al director Josef Von Sternberg como una de sus principales influencias a la hora de configurar los textos.

Según se puede leer en su ensayo “Films” y escuchar en un ciclo de conferencias de 2021, organizado por el Ministerio de Cultura de Argentina y disponible por internet, Borges no era un cinéfilo de pose, no se sentía atraído por las vanguardias fílmicas europeas ni por la comedia inteligente de Chaplin. Lo que le cautivaba de los cinematógrafos eran las herramientas narrativas que reproducía el cine negro de Hollywood que, además, gozaba una iluminación capaz de producir efectos sensoriales, mismos que buscó replicar, con gran éxito, en algunas de sus obras literarias.

Su viuda y compañera María Kodama, denominada por algunos como “la Yoko Ono de la literatura”, cuenta una anécdota setentera en la que Borges, ya ciego, quiso acompañarla a la sala de cine a ver una película de Ingmar Bergman. A ella no le pareció buena idea, pues no estaba dispuesta a leerle en voz alta los subtítulos durante toda la cinta. Borges, que no entendía el sueco, le dijo que no habría problema, que solo iría a escuchar. Dice Kodama que, al salir del cine, Jorge Luis le contó el filme con todos los pormenores de lo que había querido mostrar el director sueco, señal de la sensibilidad narrativa que había desarrollado el argentino a lo largo de estudiar el cine durante tantos años.

Tomando en cuenta lo anterior, no quise desistir en mis intentos por hacer esa maldita antología y abordar a Borges desde la perspectiva del cine, para lo cual decidí hacer una prudente acotación. Pensé en los únicos tres relatos de ficción en los que sus protagonistas son unos descarados cinéfilos: “Emma Zunz”, “La espera” y “El encuentro”, textos que presumen personajes cuyos cerebros han sido perturbados por una experiencia cinematográfica que los ha llevado a vivir de otra forma la cercanía de un crimen, ya sea como partícipe, víctima o testigo.

Emma Zunz, mujer fatal que tiene un poster del actor Milton Sills en las paredes de su habitación, es capaz de planear un asesinato dos días antes de haber programado ir al cine con sus amigas. El protagonista de “La espera” solo se anima a salir de su reclusión para asistir al cinematógrafo; él mismo piensa que las películas a veces son muy exageradas en el tema de los gánsteres, pero sabe que su muerte será parecida a la de una de ellas; mientras que el joven narrador de “El encuentro”, confiesa sus ganas por asistir a un asesinato, algo que solo ha visto en los filmes.

Son escritos que además gozan de las mencionadas herramientas que tomó el autor de la narrativa fílmica. No es casual que Emma Zunz haya sido el cuento borgeano que haya tenido más intentos por ser llevado a la pantalla grande, seis en total. La única adaptación que tuvo cierto éxito y remuneración comercial fue la argentina Días de odio (1954), dirigida por Leopoldo Torre, película que no gustó nada a Borges, quien la calificó de “disparate”. Por su parte, La espera tiene una acertada versión fílmica de 1983 con un cortometraje dirigido por un joven Fabián Bielinsky, el que años después sería uno de los directores más aclamados de Argentina.

Estos apuntes han servido de prólogo para la dichosa antología que nunca publiqué; sin embargo, espero también echar la mano a algún despistado que, como yo, haya tenido la misma ocurrencia.





Ilustración:

Francisco González Quijano. Nacido en Puebla en 1976. Comunicólogo especializado en cine. Periodista, director y productor audiovisual, lector, futbolero y melómano. Ha escrito en diarios, revistas y medios de comunicación desde hace más de veinte años. Imparte talleres de apreciación cinematográfica en la Ciudad de Puebla. Está por titularse como maestro en Literatura Aplicada. Ahora trabaja en un libro de crónicas sobre rock y cine.