El universo está formado de átomos… de espacio-tiempo

Héctor M. Magaña

En su famoso poema didáctico, Lucrecio dice: “Pero no quiso la naturaleza/ descubrirnos su pérdida instantánea,/ celosa de que viesen nuestros ojos/ el lento crecimiento con que obliga/ a aumentarse los cuerpos cada día,/ ni como se envejecen con el tiempo,/ ni que pérdidas tienen los peñascos/ de sales roedoras carcomidos/ que a los mares dominan y amenazan:/ luego sólo obra la naturaleza/ de imperceptible cuerpos ayudada.”

El fragmento nos dice que somos incapaces de ver el envejecimiento de la naturaleza (o del universo). Nuestros ojos, nuestras pobres percepciones no pueden advertir el “pathos” de las cosas (o como lo llama Motoori Norinaga: “monono-aware”). Aun así sabemos que se desvanecen, o envejecen, por eso mismo es imposible advertir el nacimiento de las cosas. Aun así queremos saber cuándo empezó todo: nuestra existencia, nuestra sociedad, nuestra patria, la naturaleza, la vida, el universo.

En el comienzo de todo… (Gen 1,1) el universo entero estaba concentrado en una minúscula singularidad, del tamaño (según dicen) de un chícharo o de la cabeza de un alfiler. Cuando esta singularidad explotó el universo se empezó a crear. Primero caliente, después frío; primero hiperactivo, después ordenado; primero subatómico, después estelar y planetario. Es la teoría del Big Bang, aunque inicialmente Georges Lemaître la llamó “teoría del átomo primigenio”. Es la teoría que todos conocemos y que la mayoría de la comunidad científica acepta, pero el físico ingles Bruno Bento discrepa: el universo siempre ha existido.

En un artículo de la BBC Mundo, Bento nos dice que lo que conocemos como Big Bang es solo un momento en la eterna historia del universo. Algo que un sabio oriental podría comparar con un estornudo. Lo que mantuvo toda la materia unida en la singularidad-chícharo fue la fuerza de gravedad, una fuerza de gravedad subatómica llamada “gravitón” (por los físicos cuánticos). No obstante, para Bento lo que conocemos como espacio-tiempo es en realidad una formación de unidades mínimas (átomos de espacio-tiempo). Bento dice a la BBC Mundo: “Según la teoría de conjuntos casuales, lo que sentimos como el paso del tiempo corresponde al nacimiento de nuevos elementos del conjunto casual.” Mientras que Lemaître dice que todo empezó con un átomo, Bento nos dice que el tiempo y el espacio (infinitos) son átomos.

Una idea que tiene resonancias epicúreas pero que se asemeja más a Leibniz. Las mónadas también están el espacio y en el tiempo, son como dice en Monadología, “los verdaderos Átomos de la Naturaleza y, en una palabra, los Elementos de las cosas”. La mónada del tiempo es lo más cercano a la Mónada Única: Dios. “El tiempo, el único tesoro, el jugo, la entraña de la vida. Poseerlo es la dicha; lo demás es accesorio”, nos dice José Vasconcelos.

El universo es tan viejo como el tiempo, y ambos están estrechamente relacionados con lo divino. El universo de Bento es un universo activo, dinámico y esquivo. Los átomos de espacio-tiempo son lo más pequeño del universo, los indestructible. El átomo de Demócrito. Si el universo es eterno, entonces, ¿somos conscientes de algún comienzo? Es curioso notar qué tan fácilmente nuestra cultura occidental acepta los monismos (un solo Dios, una teoría del todo, una singularidad, un solo universo). Queremos que El Uno lo abarque todo. El politeísmo es algo anterior a la civilización, incluye la magia, la superstición, el ritual, la idolatría. El eterno universo de Bento crece desde el infinito. Los bloques de espacio-tiempo se forman todo el tiempo, y cuando la humanidad notó ese tiempo, ese devenir, "pathos”, “monono-aware” nacieron los dioses. El espacio-tiempo de Bento es el inicio del politeísmo. “El aficionado a símbolos mitológicos puede considerar como expresión del nacimiento del tiempo (que no tiene principio) el nacimiento de Saturno, el más joven de los titanes, el cual, con el hecho de castrar a su padre, hizo que cesaran los groseros engendros del cielo y de la tierra y que empezaran los dioses y el género humano”, nos recuerda Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación. En pocas palabras: el universo y el espacio-tiempo (eternos) dieron comienzo a la humanidad y a los dioses. 



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